Falta de planeación y de financiamiento, un equipo inexperto en salud y los golpes de la pandemia de Covid-19 acabaron por tumbar al Instituto de salud para el Bienestar (Insabi), a tan solo tres años de su creación, la ambiciosa promesa pasaba con reformar, el débil y fragmentado sistema de salud mexicano, asegura la ciudadanía.
El propósito del Insabe;fue el de mejorar la cobertura médica de casi la mitad de la población, los que quedan fuera de la seguridad social porque tienen trabajos informales, un reto al que se lleva enfrentando México desde hace varias décadas. Para cumplir su promesa, el 29 de noviembre de 2019, el Gobierno de López Obrador creó el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), a pesar del rechazo de la oposición.
Este nuevo organismo representó la disolución del programa del Seguro Popular (SP), creado en 2003 por el expresidente Vicente Fox, precisamente, para dar cobertura a los trabajadores informales.
Un sistema que funcionaba mediante la cobertura federal de un catálogo limitado de enfermedades y cuyo servicio era prestado por los sistemas estatales de salud.
Por ese mecanismo de trasvase se colaron numerosas denuncias de irregularidades y malos manejos del dinero público.
A eso se agarró López Obrador, que llegó a decir que aquello no era “ni seguro ni popular”. Su proyecto, sin embargo, centralizaba los recursos del SP, tanto los que venían del Fondo de Protección contra Gastos Catastróficos, que financiaba la atención de las enfermedades más graves, como el presupuesto asignado a los Estados.
Y el cambio de mayor calado: abría el catálogo a todo tipo de afecciones y medicamentos, en la promesa de una cobertura efectivamente universal en el país.
A cuatro años, aquel ambicioso objetivo se ha venido abajo. El Insabi, que debía marcar el camino hacia un sistema médico como los países nórdicos, es ya agua pasada. Los diputados de Morena ya han decidido su defunción, algo a lo que la oposición tampoco se ha opuesto.
De acuerdo con expertos consultados, Insabi no funcionó por una mezcla de falta de planeación y estrategia (empezando por la propia dirección del organismo, sin experiencia en el ramo de salud), objetivos muy ambiciosos, sin incrementar la inversión y, finalmente, por el golpe inesperado de la pandemia de Covid-19. “La promesa de un sistema de salud ni siquiera ha empezado, es cierto que es algo que necesita ir construyéndose con mucho tiempo e inversión. Pero el problema es que no se han puesto ni los cimientos”, advierte Laura Flamand, investigadora del Colegio de México especializada en desigualdad y salud.