El “enemigo número uno” de Estados Unidos para unos y una leyenda para otros, Julian Assange, ha sido puesto en libertad tras llegar a un acuerdo con la justicia estadounidense, lo que en principio pone fin a una larga batalla legal y le permite regresar a su Australia natal.
Fue el portal que él mismo fundó, WikiLeaks, el encargado de anunciar este martes en su cuenta de X que Assange salía de la prisión de alta seguridad británica donde estaba recluido desde hace cinco años, abandonando Reino Unido con el objetivo de regresar a su país.
La liberación había sido posible después de que Assange, de 52 años, alcanzara un acuerdo con el Departamento de Justicia de EE.UU. que pone fin a una larga saga judicial por la filtración de documentos clasificados, y que concluirá del todo una vez comparezca el miércoles en un tribunal de Islas Marianas, territorio estadounidense del Pacífico, para después poner rumbo a Australia.
Héroe o villano, el periplo de Assange, que pasó de pirata informático a luchador contra los poderes fácticos, forma parte de la batalla universal por la libertad de expresión para organizaciones periodísticas y de derechos humanos, como Amnistía Internacional.
Pese a no haber sido condenado por ningún delito, el australiano ha pasado casi catorce años de cautiverio en el Reino Unido, el último lustro en la cárcel de alta seguridad londinense de Belmarsh.
Detenido inicialmente en 2010 a instancias de Suecia por un caso hoy archivado, Assange estuvo refugiado en la embajada ecuatoriana en Londres desde el 19 de junio de 2012 hasta su expulsión y detención en abril de 2019 a petición de EE.UU., que instigó el proceso actual.
Durante su estancia en la misión diplomática conoció a la hispano-sueca Sara González Devant, parte de su equipo legal y que cambió su nombre a Stella, con quien tuvo dos hijos en 2017 (Gabriel) y 2019 (Max), cuya existencia ella reveló en 2020 al iniciar una campaña pública por su liberación.