CAMBIANDO DE TEMA

Consecuencias de “una pausa” entre México-EE. UU.-Canadá

Por Karina A. Rocha Priego

¿Qué significa para México que relaciones con Estados Unidos y Canadá entren en pausa? Pues puede significar muchas cosas, dependiendo cómo tomen estas palabras los gobernantes de ambos países que, con México, forman parte de un acuerdo comercial importante.

En términos generales, dicen, podría ser nada serio, mucho menos formal, sin embargo, esta decisión del Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, de marcar una “pausa” a esa relación, corresponde a un berrinche más del jefe del Ejecutivo, quien nunca ha aceptado críticas o señalamientos sobre su actuar que, en esta ocasión, afectan a todos los mexicanos.

Y es que al señor López no le parecieron nada bien las críticas que funcionarios de ambas naciones lanzaran sobre la reforma judicial, que pretende aplicar el jefe del Ejecutivo Federal, de ahí que el embajador estadounidense en México, Ken Salazar, dijo que la propuesta oficialista implica que los jueces sean elegidos por voto popular, lo que significa un grave “riesgo” para la democracia mexicana, poniendo, de antemano, en peligro la relación comercial con Estados Unidos; Canadá, hizo lo propio.

Sin lugar a dudas, la reforma judicial, desde el lanzamiento de la iniciativa, ha provocado enfrentamientos entre propios y extraños, por la naturaleza de la reforma, la cual llevaría a que en México se pierda la autonomía de los tres Poderes de la Unión, manifestándose hacia un “solo amo”, que sería el Ejecutivo, capaz de hacer cualquier cosa que se le ocurriera sin importar si se perjudica o no la democracia y a los mexicanos.

Si la reforma judicial de AMLO no comprometiera la independencia judicial, por aquello de que buscan designar a los jueces vía “voto popular”, indiscutiblemente que no se hubiera armado este “guateque” que hoy pone en riesgo el Tratado Comercial entre México-Canadá-Estados Unidos que, “de caerse”, expone inminentemente la inversión extranjera que ya de por sí se está alejando de México, por lo que, de romper el tratado, es poner a México contra la pared, económicamente hablando, llegando a en-
frentar a una todavía más grave crisis económica.

Sin embargo, el presidente López Obrador está pidiendo de los norteamericanos “una rectificación” a las declaraciones del embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, rectificación que “suena” a exigir una “disculpa” por meterse en los asuntos “internos” de México, pero se le ha olvidado a López Obrador que, por décadas, México depende, en mucho, del vecino país del norte, empezando por la gran cantidad de mexicanos que hoy están trabajando en territorio estadounidense, resultado de la “falta de oportunidades” en su propio país. Pensar entonces en un rompimiento México-Estados Unidos es esperar, en primera instancia, una multitudinaria deportación de mexicanos hacia este país.

Ahora bien, llama mucho la atención que, mientras López Obrador habla de “una pausa con Estados Unidos y Canadá” -que no especifica qué tipo de pausa está solicitando-, la secretaria de Relaciones Exterio-res, Alicia Bárcena, asegura la relación con los “amigos y vecinos de Norteamérica es prioritaria y fundamental y, a nivel cotidiano, sigue fluida y normal”; o sea, da a entender que ¡no ha pasado nada!, pero el jefe del Ejecutivo Federal insiste en que, mientras no haya una rectificación, “hay pausa”, pero asegura, “la pausa es con las embajadas y no con sus gobiernos” (sic).

En realidad, la situación no está sencilla para México, “los berrinches” del jefe del Ejecutivo mexicano, está lacerando la conexión con Estados Unidos, cuando existe una profunda relación bilateral entre ambos países, pero ello parece ser de “poco interés” para el gobierno mexicano.

Estarán de acuerdo en que, si hay ruptura entre México y Estados Unidos, no se perjudica de manera directa a México, sino a los ciudadanos mexicanos. Insistimos en que ha crecido el número de empresas que se han ido de México, empresas en su mayoría estadounidenses y canadienses que dan empleo a millones de mexicanos y que, su salida, ha dejado en el desamparo a millones de familias que, si bien, a esas se les promete “seguro de desempleo”, estarán de acuerdo en que, ¿cómo podrían volver a encontrar un espacio laboral, si los más importantes ya no están?

Aunque claro, existen un sinfín de panaderías, tortillerías, farmacias, misceláneas, talleres mecánicos, que podrían ser de “alivio” temporal para los desempleados, pero estamos hablando de que miles de profesionistas, con amplias trayectorias y experiencia, se quedarían literalmente “en la calle”, todo porque “nos molesta que nos critiquen”.

Nada más imagínese usted, querido lector, que México, Estados Unidos y Canadá, como miembros del Tratado de Libre Co-mercio de América del Norte, el T-MEC, comparten una relación comercial crucial que, en 2022, dio lugar a un comercio estimado en 1.8 billones de dólares. En 2023, sólo el intercambio comercial entre México y Estados Unidos alcanzó los 745 mil millones de dólares, según datos oficiales mexicanos; por supuesto que los grandes inversionistas en México comparten el malestar de Estados Unidos y Canadá, toda vez que están enfocados en la fluctuación monetaria, los bonos y las acciones mexicanas, que temen que la reforma pueda “resultar en una politización del Poder Judicial”.

Bueno, a tal grado ha llegado la desconfianza sobre la reforma judicial en México que, incluso, bancos de inversión como Morgan Stanley se han visto en la necesidad de “recomendar a sus clientes” disminuir su exposición a las empresas mexicanas que cotizan en bolsa.

La firma considera que “reemplazar el sistema judicial” aumentará “las primas de riesgo y limitaría el gasto de capital (de las empresas)”, en momentos en que la relocalización de fábricas en México (nearshoring) demanda incrementar las inversiones.

No señores, no se trata nada más de un “la corto contigo si reprochas mis acciones”, se trata de que, económicamente hablando, México caería en un abismo del que difícilmente podría recuperarse, sin antes comentar que, los recursos para cumplir con los programas clientelares de Morena, se agotarían tan rápido, que recuperarlos sería imposible. En eso nadie ha pensado y, dudamos mucho, los países socialistas de Centroamérica podrían apoyar económicamente a México cuando ellos ¡están peor que nosotros!…

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