Después de vivir semanas de incertidumbre y preocupación finalmente el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo parce que encuentra cierta tranquilidad y relajación una vez que el presidente de Estados Unidos aceptar la pauta solicitada por la presidenta mexicana en cuanto a la imposición de aranceles que busca imponer el gobierno estadunidense a productos mexicanos que sean exportados.
Claudia Sheinbaum alcanzó un acuerdo para aplazar la imposición de tarifas por un mes, a cambio de desplegar 10 mil militares en la frontera.
Vale reconocer la sangre fría de Sheinbaum para negociar un golpe severo al comercio y plantear en la mesa de negociaciones que Washington tome acciones más contundentes contra el tráfico ilegal de armas. “Por primera vez, el Gobierno de Estados Unidos dice: “Vamos a trabajar conjuntamente para evitar que las armas de alto poder entren a México”” se destacó durante la semana pasada.
Por lo que hace a este complicado tema, entre un 70% y un 90% de las armas en México vienen de Estados Unidos, según las autoridades. “Es un fenómeno de oferta y demanda”, explica Ieva Jusionyte, académica de la Universidad de Brown.
“En Estados Unidos hay una enorme demanda de drogas y una gran oferta de armas, y en México funciona al revés”, señala en relación de cómo las armas de EE. UU. alimentan la violencia a lo largo de la frontera.
Detalla también que en México solo hay una tienda que distribuye armas, a cargo del Ejército, mientras que en Estados Unidos, hay más de 75 mil.
“De un lado es ilegal y del otro, legal”, apunta Carlos Pérez Ricart, del Centro de Investigación y Docencia Económicas. “En Estados Unidos es más fácil comprar un cuerno de chivo que una botella de alcohol o unos cigarros si tienes menos de 21 años”, alerta.Varias investigaciones sobre el tema revelan que gracias a la mano invisible de los mercados ilícitos, la guerra contra el narco se ha convertido en un negocio multimillonario.
La industria produce el doble de armas que hace 25 años y ha vendido más de 106 millones de unidades desde 2017, según la ATF, la agencia reguladora de Estados Unidos.
En tanto, entre 200 mil y 500 mil armas cruzan la frontera cada año de forma ilegal, de acuerdo con estimaciones oficiales.
Hay que destacar que apenas en 2021, el Gobierno mexicano anunció una demanda sin precedentes contra los gigantes de la industria armamentística, el primer eslabón de la cadena de tráfico.
Según fuentes consultadas sobre el tema, las autoridades reclaman prácticas comerciales negligentes y exigen una indemnización cercana a los 10 mil millones de dólares. El litigio está detenido en una corte de Boston y su futuro está en manos del Supremo estadounidense, que definirá este año si México puede superar el blindaje legal que protege a los grandes productores. Otra demanda en Arizona, presentada contra los distribuidores, avanza por un carril separado desde 2022.
Glock, Beretta, Smith & Wesson y Colt están entre las marcas más comunes en los decomisos al sur de la frontera. También encabezan la lista de las compañías demandadas.
Sobre la manera en la que se trafican las armas de Estados Unidos a México, la analista Jusionyte asegura que “El tráfico de armas suele tener mucha más gente involucrada que el narcotráfico”. La modalidad más común de tráfico inicia con una venta legal a través de prestanombres. “Las personas que compran normalmente son ciudadanos americanos: un amigo o un conocido que compra una pistola para alguien más a cambio de una comisión”, apunta la investigadora.
Muchas veces son personas de a pie, sin antecedentes penales, que no levantan sospechas. “Después, esa gente pasa las armas a otros intermediarios, a veces transportistas, mensajeros o quienes tienen contacto directo con los carteles y corren más riesgos”, agrega. “Los compradores originales casi nunca tienen idea de adónde van esas armas”.
A veces, los carteles acuden a redes sociales o foros de internet, donde clientes privados revenden sus productos, venden las armas por partes (sin ensamblar) u ofrecen las llamadas “armas fantasmas”, fusiles de fabricación casera o hechos en impresoras 3D, sin regulación ni número de serie para ser rastreadas. Hay también armas robadas o supuestos casos de corrupción en las fuerzas del orden, aunque representan menos del 10% de los casos.
Las mismas fuentes consultadas aseguran que en ocasiones, no hace falta recurrir a los esquemas ilegales. Se puede ir directamente a las páginas de los fabricantes, donde algunas compañías han tenido campañas publicitarias con trasfondo bélico y motivos mexicanos, parte central de la demanda de México. “Es una cadena de negligencias, donde cada eslabón decide mirar a otro lado”, afirma Alejandro Celorio, que encabezó el litigio hasta octubre pasado.
Cada miembro de la cadena obtiene ganancias distintas. Un traficante de Ohio condenado el año pasado vendía un rifle AR-15 o una carabina M-4 por 3 mil dólares y un AK-47 por 4 mil 500 dólares. Un vendedor de Texas ofrecía “armas fantasmas” por 2 mil dólares. En cambio, un contrabandista atrapado la semana pasada obtenía sólo 100 dólares por cada fusil que cruzaba a México.
Casi siempre hay armas donde hay drogas. “Las armas son lo que permite a las organizaciones en México diversificar su portafolio criminal y no sólo dedicarse al narcotráfico”, asegura Pérez Ricart. Son también un factor poderoso para explicar por qué muchos deciden migrar. “Sin armas no hay secuestro ni cobro de derecho de piso o extorsión”, agrega. “Sin armas no hay crimen organizado”.
Las armas también propician que haya más armas y de mayor calibre.
De pronto queda al descubierto la participación de Condados en este proceso de tráfico.
Solo 10 condados concentran el 60% del tráfico hacia México. La mayoría están en Texas y Arizona, cercanos a la frontera, pero también donde las regulaciones son más laxas. Otros están cerca de la zona fronteriza de California, un punto de confluencia del tráfico interestatal, o en regiones del noreste de Estados Unidos, donde algunos fabricantes tienen sus sedes, finalza Celorio.