CULTURA

Darán la bienvenida al Año Mesoamericano en Teotihuacan

Algunas de las evidencias más tempranas del calendario mesoamericano se encuentran en Teotihuacan, en el Altiplano Central, con la orientación de su traza urbana hacia el siglo III de nuestra era, la cual apunta a los días 12 de febrero y 29 de octubre, correspondientes a 52 días, después y antes, de manera respectiva, al solsticio de invierno.

La Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y la Universidad del Tepeyac (UT), centro de estudios que conmemora su 50 aniversario, han programado una jornada de divulgación científica para recibir el inicio del ciclo calendárico en Mesoamérica en la Zona Arqueológica de Teotihuacan (ZAT), este miércoles 12 de febrero de 2025.

El Museo de Murales Teotihuacanos, Beatriz de la Fuente (acceso por la Puerta 3 de la ZAT), será la sede del evento. El programa comenzará poco antes de las 7:00 horas, para observar el Sol al levantarse sobre la Pirámide de la Luna, momento que será acompañado con las interpretaciones de Gonzalo Ceja, cuyas obras musicales se caracterizan por el uso de instrumentos de sonoridad prehispánica.

Posteriormente, se impartirá un taller gratuito sobre cosmovisión y arqueoastronomía, con valor curricular, a cargo del director del Centro de Investigación y Divulgación de la Ciencia, de la UT, Ismael Arturo Montero García, quien comenta que existen propuestas distintas para identificar el día en que daba inicio el calendario mesoamericano; no obstante, él se suma a la tendencia que señala el 12 de febrero como su arranque, sustentado en fuentes documentales, investigaciones de especialistas, así como en datos de arqueología y astronomía.

“Los teotihuacanos hicieron evidente su conocimiento de la mecánica celeste, a través del aparente movimiento del Sol sobre el horizonte y asociando determinadas posiciones del astro con su calendario agrícola, siendo clave la orientación que apunta al amanecer del 12 de febrero, 52 días después del solsticio de invierno y, el 29 de octubre, 52 días antes del mismo.

“Herederos de este calendario fueron los mexicas, que dominarían el Altiplano Central centurias después del abandono de Teotihuacan, en los siglos XIV y XV. Respecto al manejo que hacían del tiempo, en el Libro II de Historia general de las cosas de Nueva España, fray Bernardino de Sahagún, señala que febrero trataba ‘del calendario, fiestas y ceremonias…’, refiriendo que la veintena de Atlcahualo comenzaba el día 2, pero, con el ajuste del antiguo calendario juliano al gregoriano, en 1582, esa fecha atañe ahora al 12 de febrero”, explica el arqueoastrónomo.

Por todo el territorio mesoamericano, refiere, existen pirámides que se alinean con la salida del Sol, el 12 de febrero, efecto que coincidía con el inicio de la temporada agrícola.

“El número 52, ya sea en días o años, hace conmensurable la cosmovisión mesoamericana, es así como cada 52 años vagos se completaba un Fuego Nuevo de 18,980 días, el denominado Xiuhmolpilli, la rueda calendárica que combinaba el calendario ritual de 260 días (Tonalpohualli) y el solar de 365 días (Xihuitl o Cempohuallapohualli)”.

En el taller que impartirá en dos módulos, el especialista abundará en la asombrosa planificación de la metrópoli de Teotihuacan, si se considera que, en los costados de su eje de simetría (la Calzada de los Muertos) se edificaron 80 basamentos de distintos.

“Esta avenida fue nombrada así, Miccaotli (Calzada de los Muertos) por los mexicas, creyendo que estos promontorios eran tumbas. Más allá de este dato anecdótico, lo cierto es que fue la columna vertebral de la antigua urbe. Su función, además de ser escénica, vinculaba a las pirámides del Sol y de la Luna con los palacios, los edificios públicos y conjuntos habitacionales. Esta traza establecía a Teotihuacan como axis mundi, el eje del mundo de Mesoamérica, la ciudad más grande y portentosa de las Américas, en su tiempo”. Anota.

Montero García concluye que el legado astronómico prehispánico fue tan portentoso que, inclusive durante el virreinato, determinó la orientación arquitectónica de algunos conventos, caso del Ex Convento de Culhuacán, al pie del cerro de la Estrella o Huizachtepetl (donde se conmemoraba el ritual del Fuego Nuevo), un complejo cristiano que está alineado al 12 de febrero, el cual fue construido sobre la antigua capital culhua, señorío distintivo por su herencia tolteca-teotihuacana.

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