CONTRAPENDIENTE

Estados Unidos en recesión: ¿Qué implicaciones tiene para México?

Por Karina Libien

La reciente confirmación de que Estados Unidos ha entrado en recesión no es una noticia que pueda pasarse por alto para México. Este fenómeno, lejos de ser un asunto aislado de la economía estadounidense, tiene implicaciones profundas para nuestro país debido a la interdependencia económica que existe entre ambas naciones. A medida que las economías de los países se integran más, las crisis de una de ellas afectan a los demás de manera directa. Este es el caso de México, cuyo bienestar económico está estrechamente vinculado al destino de su vecino del norte.

En 2024, México exportó más de 505 mil millones de dólares a Estados Unidos, convirtiéndolo en su principal socio comercial, incluso por encima de Canadá y China. Esta cifra representa alrededor del 80% de las exportaciones mexicanas, una proporción que subraya lo dependiente que somos del consumo estadounidense para el mantenimiento de nuestra actividad económica. Gran parte de estas exportaciones corresponde a sectores clave como el automotriz, electrónico, maquinaria y agrícola, que están directamente vinculados a la demanda del consumidor estadounidense. Si este consumidor decide reducir su gasto debido a una recesión, las consecuencias para nuestra economía no se hacen esperar: las órdenes de producción se reducen, y con ellas, los empleos, las inversiones y la dinámica económica de muchas regiones del país.

Un ejemplo concreto de cómo este fenómeno podría manifestarse es el sector automotriz, que es uno de los pilares de la economía mexicana. México es el mayor proveedor de vehículos y autopartes para Estados Unidos, con una participación del 38.5% en las importaciones estadounidenses en 2024. Si el consumo de automóviles cae, como suele ocurrir al inicio de una recesión, las plantas ensambladoras en estados como Guanajuato, Puebla, Coahuila y Nuevo León, que dependen de esa demanda, verán una disminución en su actividad. Esto podría traducirse en despidos masivos, la paralización temporal de fábricas, y un impacto en las cadenas de suministro locales que se ven afectadas por la menor demanda de autopartes. Este sector, que da empleo a cientos de miles de trabajadores en el país, se vería gravemente afectado por una desaceleración económica en Estados Unidos.

Pero no solo el sector automotriz se vería afectado. México también depende enormemente de las remesas que los migrantes mexicanos envían desde Estados Unidos. En 2024, los mexicanos en el extranjero enviaron más de 64 mil millones de dólares a sus familias en México, una cifra histórica que resalta la importancia de este flujo de dinero para muchas familias mexicanas, especialmente en áreas rurales. Solo en febrero de 2025, las remesas ascendieron a 4,459 millones de dólares. Sin embargo, ya se ha comenzado a notar una ligera desaceleración en el flujo de remesas, con una caída del 0.8% respecto al mes anterior. Aunque esta disminución pueda parecer marginal, no hay que subestimarla. Si la recesión en Estados Unidos se profundiza, es probable que los migrantes mexicanos enfrenten dificultades para conservar sus empleos o que vean una reducción en sus salarios. Esto, a su vez, podría llevar a una caída más significativa en las remesas, afectando gravemente a las familias que dependen de ellas como su principal fuente de ingreso.

El impacto de una recesión estadounidense también se extiende al tipo de cambio. Las recesiones en economías globalmente interconectadas como la de Estados Unidos suelen generar una mayor volatilidad en los mercados financieros. A pesar de que el dólar sigue fuerte en relación con el peso mexicano, la incertidumbre y la aversión al riesgo pueden hacer que los mercados se vuelvan más reactivos, lo que podría generar una depreciación del peso mexicano. Una caída en el valor de nuestra moneda incrementaría el costo de los productos importados, lo que, a su vez, generaría una presión inflacionaria adicional. Ya en 2024, México cerró con una inflación del 4.66%, y aunque en los primeros meses de 2025 esta ha mostrado una tendencia a moderarse, una depreciación del peso podría poner en riesgo esa estabilización. Las familias mexicanas, que ya enfrentan un costo de vida elevado, verían cómo su poder adquisitivo disminuye aún más debido al aumento de los precios de los productos básicos.

En medio de este panorama adverso, existe una luz de esperanza que podría amortiguar, al menos parcialmente, el impacto de la recesión estadounidense. La inversión extranjera directa (IED) en México alcanzó los 36 mil millones de dólares en 2024, lo que muestra que, a pesar de las dificultades, muchos inversionistas continúan viendo a México como un lugar atractivo para sus capitales. Este fenómeno se ha visto favorecido por el nearshoring, o reubicación de cadenas de suministro, que ha impulsado a muchas empresas estadounidenses a trasladar parte de su producción desde Asia hacia México para reducir costos y riesgos asociados con la dependencia de economías distantes. México se ha convertido en un punto clave para estas empresas, lo que ha permitido la creación de nuevos empleos y la atracción de capital. Si el gobierno mexicano sabe aprovechar esta ventaja, puede generar un impulso que permita a la economía mexicana seguir creciendo, incluso en medio de la recesión estadounidense.

Sin embargo, la realidad es innegable: la recesión en Estados Unidos no es solo un problema más para nuestra economía; es una consecuencia de la excesiva dependencia que hemos tenido de este país durante las últimas décadas. Este modelo económico ha dado frutos en muchos aspectos, pero también ha expuesto nuestras vulnerabilidades. La interconexión económica con Estados Unidos ha sido una espada de doble filo. Mientras que las exportaciones a este país han representado una fuente importante de crecimiento para México, también nos han hecho altamente dependientes de la salud económica de la nación norteamericana.

Este momento de incertidumbre debería ser una llamada de atención para replantear el modelo de desarrollo económico nacional. Es urgente que México diversifique sus mercados de exportación, que busque nuevas alianzas comerciales y que apueste por el fortalecimiento de sectores productivos más autónomos. Es fundamental invertir en áreas como la ciencia, la tecnología y la educación, que permitirán a México ser menos vulnerable a los cambios externos. La creación de valor agregado dentro de nuestras fronteras, junto con una mayor integración de las pequeñas y medianas empresas (PyMEs) en las cadenas globales de valor, también debe ser una prioridad.

En resumen, la recesión de Estados Unidos está demostrando de manera contundente lo frágil que es la economía mexicana frente a los vaivenes de una economía externa. Las decisiones que tome México en los próximos meses serán cruciales para determinar si logra sortear esta crisis con éxito o si, por el contrario, se ve arrastrado por los efectos de una recesión que, aunque originada en otro país, tendrá repercusiones profundas en el nuestro. No se trata de dramatizar la situación, pero sí de entender que el futuro económico de México depende, en gran medida, de nuestra capacidad para adaptarnos a los desafíos que ya están sobre la mesa.

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