CULTURA

Exposición “Nada es nuevo; tampoco la gloria”, del artista Rodrigo Yepez

Territorios límite, donde la pintura se explora como un ejercicio de arqueología para desenterrar y poner en diálogo imágenes, rostros, referencias sobre la cultura pop y el poder, es lo que propone la exposición Nada es nuevo; tampoco la gloria, del artista Rodrigo Yepez. La muestra se inaugurará el 16 de abril a las 18 horas en El Alacrán, espacio del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), recinto perteneciente al Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL).

A través de capas de materia pictórica, íconos y veladuras, las once piezas de Yepez cuestionan el concepto de “gloria” como un mecanismo de legitimidad social e histórica, mostrándola no como algo que desaparece, sino como algo que se reconfigura, frente a un mundo saturado de visualidad y consumo de imágenes.

“Concibo el ejercicio pictórico como una similitud con las prácticas arqueológicas, donde la lectura se hace a través de capas, de sedimentos, de detritus; y, mediante esa superposición de imágenes, hay una exploración sobre lo banal. Es decir, recurro a un cúmulo de referencias no sólo culturales y del poder, sino también de imágenes mediáticas, para crear territorios liminares”, explicó Rodrigo Yepez.

Su formación académica y su conocimiento sobre el grafiti le permiten tensionar todos los elementos presentes en las piezas: los rostros, el cuerpo, los símbolos. El hilo unificador, detalló, es el retrato y cómo éste transita de la figuración a la abstracción.

“Nada es eterno; tampoco la gloria es la pieza con la que inicia la exposición, donde hay un retrato en penumbras, a partir del cual hago un ejercicio de superposición y pérdida de información. Este es el parteaguas que movilizó el cuerpo de obra”.

En sus acrílicos, los rostros convocados —como el de Mao Zedong (Mao Tse-tung)— dialogan con referentes de la cultura popular para adquirir nuevas significaciones. El rostro repetido en tonos rojos se le da vuelta con una referencia integrada al imaginario colectivo popular, “y esto es algo que me gusta explorar: las zonas límite, donde las dicotomías (como lo pop y el poder) se enfrentan y se contrastan en un juego semiótico”.

El artista añadió que sus representaciones del cuerpo —una constante en su obra— están atravesadas por lecturas de autores como Jean Baudrillard (El complot del arte), para quien la pintura o el cine, vistos a través de la tecnología, se manifiestan como ejercicios con cierta vacuidad y despojo de identidad.

“Vengo de una tradición academicista de la pintura, tratando de rescatar técnicas barrocas. En este sentido, el cuerpo representado en un soporte físico busca darle la vuelta a estas premisas que plantea Baudrillard, porque la pintura captura su identidad, ya no despojándola, como ocurre con la imagen digital”.

Pintura haiku, donde también se menciona a Mao, pero en primer plano aparece Jean Paul Sartre, se tensan las referencias: los retratos se pierden entre apuntes anatómicos (hay un diagrama de intestinos).

Yepez explicó que esta lógica de acumulación y sedimentación de imágenes proviene también de su experiencia con el grafiti: “cuando uno grafitea, lo hace sobre una imagen previa, es decir, hay un ejercicio de sedimentación, donde lo superpuesto se vuelve parte de un ecosistema visual que replantea toda la imagen”.

Finalmente, al invitar al público a visitar la muestra, expresó: “me gustaría mucho que cuestionen abiertamente la idea de pintura, quizás para dejar de sacralizar el oficio pictórico”.

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