Por Mary González
La Falla de Acambay ha sido objeto de estudio constante por parte de geólogos e instituciones como el Servicio Sismológico Nacional (SSN) de México o bien, el Instituto de Geología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), instituciones que buscan comprender mejor su comportamiento y con ello, evaluar el riesgo sísmico que representa para la región.
La falla de Acambay, es una estructura geológica significativa que se extiende desde el municipio de Acambay en el Estado de México hasta la alcaldía Gustavo A. Madero en la Ciudad de México, ha cobrado relevancia reciente debido a los microsismos que han afectado a la colonia Praderas de San Mateo en Naucalpan.
Lo anterior, por supuesto, ha alertado a decenas de familias del municipio de Naucalpan en el Estado de México, por lo que las autoridades han instalado un sismógrafo para determinar la causa de los movimientos que han provocado fisuras en varias casas.
En la colonia Praderas de San Mateo, los vecinos comenzaron a escuchar ruidos fuertes que se asemejaban a explosiones, lo cual ha preocupado.
Sin embargo, otros habitantes como los de Praderas de San Mateo mencionaron que los ruidos podrían estar relacionados con el uso de dinamita utilizada en la construcción de un edificio en la zona, ya que los ruidos se escuchan de lunes a viernes y en horarios laborales aunque, expertos indican que la falla de Acambay es considerada una activa con potencial sísmico significativo.
Desde el 18 de julio, residentes de Naucalpan han experimentado una serie de vibraciones, crujidos y cuarteaduras en sus viviendas, síntomas que han encendido las alarmas sobre la posible actividad sísmica en la región. Las primeras evaluaciones apuntan a que estos eventos podrían estar relacionados con movimientos en la falla de Acambay, que atraviesa esta área del Valle de México.
La falla de Acambay tiene un historial significativo, siendo el epicentro de un sismo devastador en 1912 que causó la muerte de 140 personas en Acambay. Aunque no se ha establecido una conexión directa entre el sismo histórico y los recientes microsismos, este antecedente subraya la importancia de un monitoreo constante para prevenir posibles riesgos.
Cabe comentar que, de las fallas geológicas registradas en el país, se encuentra la de Michoacán, compuesta por 250 fallas potencialmente activas de Pátzcuaro a Acambay. Este sistema pasa por la ciudad de Morelia, Queréndaro, la zona de Los Azufres y Maravatío hasta llegar al municipio de Acambay en el Estado de México.
De acuerdo con investigadores del Conacyt, estas fallas se originaron por muchos sismos antiguos formando acantilados o escalones de varios metros llamados escarpes de falla. La presencia de estos terremotos y de fallas evidentes en el terreno, indican que la zona del Sistema de Fallas Pátzcuaro-Acambay es activa y está sujeta a fuerzas tensionales (como cuando jalamos una liga por ambos extremos).
Michoacán, sin embargo, es uno de los estados con mayor amenaza de sismos en todo México. Esta alta sismicidad es heredada por el movimiento de las fallas geológicas al interior del estado. Además es posible que algunos segmentos de fallas se encuentren enterrados bajo depósitos sedimentarios y volcánicos, lo que significa que pueden suceder sismos en zonas donde nunca se había visto una falla.
“La solución a este problema consiste en seguir monitoreando sismos de forma continua, lo cual ayudará a identificar zonas de gran peligro sísmico en el estado de Michoacán, señalan los expertos para la revista Saber Más.
En tanto, el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) indica que una de las fallas más largas es la de Acambay, la cual mide aproximadamente unos 38 kilómetros de longitud y tiene un gran escalón (escarpe) de más de 400 metros de altura y fue la causante del último sismo destructivo en esta región.
El terremoto de Acambay sucedió en 1912, con una magnitud de 6.9. Los daños fueron devastadores en varias localidades urbanas de la zona y causaron la muerte de 149 personas. Fue el epicentro de magnitud más grande y cercano a la Ciudad de México con solo 90 km al noroeste, comparado con los 120 km del terremoto del pasado 19 de septiembre del 2017.
Para este tipo de terremotos, el tiempo de llegada de las ondas sísmicas a la zona metropolitana de la Ciudad de México es muy corto; por lo que puede ser catastrófico.