Por Karina A. Rocha Priego
Nunca digas “de esta agua no beberé”. Hoy, luego de varios días ausente, quiero dedicar esta columna a personal médico del área de Terapia Intensiva del Hospital General de Torreón, así como al personal de Servicio Social y personal de Seguridad del mismo hospital, por su pasión y dedicación, a pesar de las graves carencias que padecen.
Si inicio este espacio con ese antiguo dicho “de esta agua no beberé”, ha sido porque pensamos muchos, que nunca habremos de pisar un hospital general, sabedores de las graves necesidades que se padecen en esos lugares; la falta de higiene, de médicos, de equipamiento y hasta de lo más elemental, una gasa o una aspirina, sin embargo, el destino a veces nos lleva a esos lugares de los que poco sabemos la realidad que al interior se padece.
Y ¡ahí caímos! Pero a pesar de lo accidentado del hecho, lo último que podríamos hacer es quejarnos, pues conocimos el cómo un médico especializado -que sí los hay, y muchos- lucha por sacar adelante a un paciente de terapia intensiva. Les hacen falta muchas cosas, menos las ganas de hacer bien su trabajo.
Quiero comentar que Torreón, municipio de Coahuila, durante algunos años estuvo bajo el yugo de “Los Zetas”, tiempo en el que los habitantes del lugar no podían salir de sus hogares a ciertas horas de la tarde-noche por temor a ser víctimas de los desalmados. Los jóvenes no podían salir a divertirse, pues los antros del lugar eran constantemente rafagueados por los delincuentes, las gasolineras incendiadas y hasta los hospitales eran alcanzados por las balas de quienes tenían el control del lugar.
Hoy, gracias a un gobierno interesado en el bienestar de sus habitantes, la paz y la tranquilidad regresaron a Torreón y con ello cientos de familias ricas y con ellos las inversiones, el crecimiento y la prosperidad. Aún muchas familias trabajan por levantarse, pues luego de vivir bajo el terror que sembraron “Los Zetas” en la zona, llegó la pandemia de Covid-19 y se llevó, no sólo a familias enteras, sino a inversionistas y pequeños y medianos negocios que tuvieron que cerrar para siempre, pero el ánimo de los lugareños no se hizo esperar y van hacia adelante.
Es un municipio limpio con importantes vialidades, sin baches, muy poca indigencia y con muchas ganas de ayudar a los demás, lo que no encontramos en estados y municipios del centro de la república, infectados de indiferencia y descortesía.
Allá, a pesar de haber perdido a un ser muy amado, quiero agradecer al Hospital General de Torreón por todo el trabajo que realizaron durante los últimos días del mes de julio; personal de Servicio Social que no se despega de los familiares de los pacientes, sin importar la gravedad del caso. Jovencitas que se ponen en los zapatos de familiares y pacientes a quienes apoyan en lo más que pueden y con lo poco que tienen.
Los médicos, ni decirlo. Aquí no puedo dejar de nombrar al doctor Israel Veloz de la O, médico internista, del 2.º turno de Terapia Intensiva, quien como un verdadero humanista, prestó sus servicios, consuelo y apoyo en la tarea encomendada en ese espacio del nosocomio quien, insisto una y otra vez, a pesar de las carencias que padecían en el área, jamás emitió una queja y, por el contrario, hizo hasta lo imposible por sacar adelante su caso con lo que contaba en ese momento. Hizo un magnífico trabajo.
Pero también tengo que mencionar al doctor Carlos Benjamín González, también médico internista del 1.er turno de Terapia Intensiva, quien de la mano con Veloz de la O, trabajan hombro con hombro por el bienestar de sus pacientes; pacientes que en la mayor de las veces logran salir de esa área, otros, lamentablemente, pierden la batalla en el camino.
Durante estos días, nos preguntábamos una y otra vez, ¿qué más se necesita para sanar a un paciente? Porque estarán de acuerdo que no sólo son medicamentos, instrumentos y equipo para llevar a cabo ciertas intervenciones quirúrgicas, pero, no sólo eso, a pesar de que el Hospital General de Torreón cuenta con médicos especialistas, por lo menos en áreas tan elementales como Gastroenterología, Ginecología, Otorrinolaringología, hasta con dentistas, hacen muchos especialistas como nefrólogos o cardiólogos experimentados.
Estos, generalmente, tienen que solicitarse por fuera, o sea, médicos externos para atender a algún paciente, los cuales, como cualquier otro médico, cobran sus consultas, las cuales no todos los pacientes del hospital pueden pagar.
Esta situación, políticamente hablando, nos ha llamado mucho la atención, pues el Partido Revolucionario Institucional, que gobierna Coahuila y Torreón, específicamente, es un instituto político que grita a los cuatro vientos su necesidad de recuperar los espacios perdidos pero, ¿cómo pretenden hacerlo si no son capaces de voltear a ver las necesidades de los hospitales públicos?.
El Gobierno del Estado de Coahuila, a cargo del priista Manolo Jiménez Salinas, así como su comparsa, el alcalde de Torreón, Román Alberto Cepeda González, tienen la obligación de voltear a ver todos los hospitales públicos que les correspondan, sin importar si parte de los recursos destinados a su operación es federal o estatal, no tienen por qué dejarlos en el abandono, como sucede en toda la república mexicana, denotándose el grado de corrupción que impera en contra de los centros de salud pública.
¿Qué caso tiene que implementen nuevas políticas públicas para supuestamente fortalecer al sector salud si al final estos están por la calle de la amargura? ¿Qué caso tiene construir nuevos hospitales, si al final se convertirán en enormes elefantes blancos? La realidad, en México, la salud sigue siendo un “privilegio para nos cuantos”.
Por lo pronto, hemos de comentar que en Torreón, al Hospital General no le caería mal un nefrólogo, un cardiólogo, un equipo para electrocardiograma, un buen laboratorio clínico, pero sobre todo, ¡un buen tomógrafo!, con lo cual podrían estar salvando vidas y no contando cadáveres que no tendrían por qué serlo de tener lo necesario.
Créanme, queridos lectores, es de aplaudir el trabajo de los médicos de dicho hospital, pues hacen milagros por atender a sus pacientes, pacientes cuyos familiares ¡temen exigir!, pues creen que sus enfermos pueden dejar de ser atendidos, lo cual es una aberración si consideramos que todos los que laboran en un hospital público son servidores públicos obligados a prestar la mejor atención posible, no tiene la gente pobre por qué tenerles miedo, al final, luchan por el bienestar de sus seres queridos.
Haber caído en el Hospital General de Torreón “Manto de la Virgen”, nos dejó un gran dolor al perder a un ser querido, sin embargo, nos dio la oportunidad de conocer a un cuerpo médico dedicado, humanista, entregado, a quienes les agradecemos el tiempo dedicado a nuestro paciente; hicieron todo lo humanamente posible, desde el señor que vigilaba la entrada, hasta las jovencitas Gaby, Brenda, Tania, de Servicio Social, quienes, de la mano con los doctores Israel Veloz, Carlos Benjamín y otros tantos cuyos nombres ignoramos, pero que fueron parte importante en esta travesía dolorosa médica por Torreón, Coahuila. MILLONES DE GRACIAS.