Mientras más pruebas salen a la luz, más se esclarece la posible participación de elementos del Ejército mexicano en la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Ahora, nuevas pruebas ubican a militares en puntos y horas clave mientras se desarrollaba la detención de estudiantes normalistas durante la llamada noche de Iguala, y escuchas telefónicas de la DEA vinculan a un capitán con el cártel Guerreros Unidos.
Según información proporcionada por fuentes cercanas al caso, las evidencias se desprenden de una revisión a las carpetas de investigación de La Unidad Especial de Investigación y Litigación para el Caso Ayotzinapa (UEILCA) de la Fiscalía General de la República (FGR) en las que se sumaron nuevas comunicaciones intervenidas por la DEA y entregadas hace un año al expresidente Andrés Manuel López Obrador, luego de que el mandatario personalmente las solicitara a la vicepresidenta Kamala Harris en junio de 2021.
Las mismas fuentes destacan que estas comunicaciones forman parte de las llamadas “Escuchas de Chicago”, que fueron compartidas con la FGR en diferentes entregas, y provienen de una investigación que realizó la DEA sobre el tráfico de droga que el cártel Guerreros Unidos realizaba de Iguala a Chicago en 2013 y 2014. Se trata de mensajes de texto que integrantes de ese grupo intercambiaron desde la aplicación BBM de Blackberry.
El Ejército se valía de militares vestidos de civiles por toda Iguala, conocidos como Órganos de Búsqueda e Inteligencia (OBI), quienes recababan información. De hecho, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) tenía al menos a dos elementos infiltrados y “activos” dentro de la Escuela Normal “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa que simulaban tener “la fachada de alumno”, según documentos castrenses citados en el Informe Ayotzinapa III, debido a que históricamente la escuela albergó estudiantes que integraron movimientos guerrilleros. Sin embargo, el Ejército sólo está autorizado para realizar espionaje en operaciones contra la delincuencia organizada, que no era el caso. No obstante, Julio César López Patolzin, era uno de los militares en activo infiltrado para labores de inteligencia y uno de los 43 estudiantes desaparecidos, aunque López Obrador sostiene lo contrario.
En el informe se aclara que la noche del 26 de septiembre, cerca de 80 estudiantes de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa tomaron cinco autobuses comerciales para dirigirse a la Ciudad de México y conmemorar la marcha anual del 2 octubre en memoria de los estudiantes asesinados y desaparecidos en 1968. Ese mismo destino se repetiría esa noche, pero a las 9:20 p.m. los normalistas aún no lo sabían, como tampoco sabían que uno o alguno de los buses que tomaron venían cargados de heroína perteneciente a Guerreros Unidos. Esa acción encendió de inmediato la alerta dentro del cártel y la reacción para detenerlos fue violenta y orquestada de la mano de las autoridades.
Cuatro de los cinco autobuses tomados salieron en dirección al norte de Iguala. A la 9:30 p.m., a unas cuantas cuadras de la estación y del Pelotón de Información, un policía de Iguala intentó bloquearles el paso a los cuatro buses y disparó al aire para amedrentarlos. Tras las detonaciones, el bus Estrella de Oro 1531 se desvió hacia el Este de la ciudad y dejó huir al resto hacia el norte. Sin embargo, metros más adelante, justo en la calle Juan Álvarez, a la 9:40 p.m., nuevamente tres buses fueron interceptados por policías municipales de Iguala y Cocula que comenzaron a rafagearlos por varios minutos, hiriendo a dos estudiantes al momento. Ninguno de los normalistas iba armado.
“Aproximadamente veinte policías se bajaron de la patrulla, la mayoría encapuchados, se escuchaban detonaciones y, me poncharon las llantas con navajas y gritaron y dijeron “Los vamos a matar a todos” y se me acercó un policía encapuchado y me dijo “Hasta a ti también hijo de la chingada” y me puso la pistola en el pecho por la ventanilla, y dijo “Abre la puerta” y les abría la puerta y los mismos estudiantes la cerraban… los policías comenzaron a arrancar ramas de los árboles del bulevar y con esas ramas rompieron las ventanillas y los faros del autobús y rompieron la ventanilla de la puerta de servicio con piedras, de hecho con la piedra que rompieron la ventanilla me pegó en la cadera, y los estudiantes decían que quien tuviera celular con cámara grabara lo que estaba pasando”.
“Los policías comenzaron a rociar a los estudiantes y al chofer con gas pimienta y yo les decía que era el conductor del autobús y aun así me siguieron pegando hasta que uno de ellos les dijo que ya me dejaran, entre todos me agarraron de la camisa y me arrastraron, me llevaron a una patrulla, de la cual no vi su número, pues estaba muy oscuro, me colocaron en la parte de atrás con un policía custodiándome”, se puede leer en la información filtrada.