Por Karina Libien Rocha
Sí, eso es un síntoma claro de que hay problemas en la economía real, más allá de los indicadores macroeconómicos. Cuando la gente no gasta, suele ser por varias razones relacionadas con la confianza económica, el poder adquisitivo y las perspectivas laborales.
La inflación en México es un factor principal, aunque ha bajado recientemente (en torno al 3.67%), durante varios años anteriores estuvo por encima del objetivo del Banco de México (alrededor del 3%). Esto ha erosionado el poder adquisitivo de las familias, especialmente en sectores vulnerables. Incluso si los precios están subiendo más lentamente, el efecto acumulado de años de inflación elevada ha dejado a la gente con menos capacidad para gastar.
Existe desconfianza en la estabilidad económica; la incertidumbre económica, tanto interna como externa, hace que las personas sean más cautelosas al gastar. Factores como las tensiones comerciales con Estados Unidos, el posible impacto de aranceles en industrias clave (como el acero), y la percepción de inseguridad económica provocan que la gente prefiera ahorrar o limitar sus gastos.
Aunado al estancamiento de salarios; aunque el salario mínimo ha aumentado en los últimos años, el salario promedio real no ha crecido al mismo ritmo que la inflación. Esto significa que el dinero alcanza para menos, especialmente en bienes y servicios básicos como alimentos, transporte y vivienda.
El 67.8% de la población mexicana entre los 18 y 70 años posee al menos un producto financiero formal, lo que quiere decir que se encuentra endeudado. El Banco de México ha mantenido tasas de interés elevadas para controlar la inflación, lo que encarece el crédito y las deudas. Si las familias están endeudadas o enfrentan altos costos para financiarse, es natural que prioricen el pago de deudas sobre el gasto en consumo.
La inseguridad laboral existe, la tasa de desempleo se ha mantenido baja, una gran parte de los empleos creados están en el sector informal o en trabajos con baja estabilidad y beneficios. Esto hace que las personas sientan que no tienen una red de seguridad suficiente para gastar con confianza.
La presidenta Claudia Sheinbaum juega un papel clave al establecer políticas económicas y sociales que influyen en el gasto. Si la gente no está gastando, el gobierno puede estimular el consumo, al reducir impuestos, crear empleos formales y bien remunerados, generar estabilidad y seguridad para que las personas se sientan seguras para gastar, facilitar préstamos con tasas bajas para impulsar el consumo.
Si el gobierno logra combinar crecimiento económico, estabilidad y seguridad, la gente tendría más confianza para gastar.
En resumen, aunque algunos indicadores macroeconómicos (como la inflación controlada) muestran cierta estabilidad, en el día a día las familias siguen enfrentando presión económica por la combinación de salarios bajos, costos elevados y un clima de incertidumbre. Si la gente no siente seguridad económica, prefiere ahorrar o reducir gastos por lo tanto, ¡México no está gastando!, el dicho es real, “no hay dinero en México”.