CAMBIANDO DE TEMA

México y economía, sumidos en “un gran cuento de hadas”

Por Karina A. Rocha Priego

No cabe duda que las autoridades federales en México están bien creídas de que los mexicanos “somos bien estúpidos e ignorantes”, peor aún que si estamos creyendo en todas las mentirotas que se avientan todos los días durante las mañaneras que hasta ellos se las creen; sin embargo, estarán de acuerdo en que cada día hunden más al país, afectando a las futuras generaciones que estarán encadenadas a una deuda pública impagable.

Pero han ido más lejos, dando lo que muchos llaman un ¡notición! Y es que Morena recién inauguró una planta hidroeléctrica tan poderosa que, según estos, puede abastecer a “15 mil millones de hogares”. Sí, 15 mil millones de hogares, no personas.

Lamentablemente, esta no es más que una absurda y ridícula información que sólo confunde a la población y provoca burlas, pues, lo que se dio a conocer, no es una hazaña energética, sino un espectáculo de desinformación burda que raya en la fantasía más delirante.

Primero, pongamos en contexto esa cifra. El planeta Tierra tiene aproximadamente 8 mil millones de habitantes. Incluso, si cada hogar tuviera sólo una persona -lo cual es absurdo- no llegaríamos ni a la mitad de los “15 mil millones” que presume Morena. ¿De dónde salen esos hogares? ¿De Marte? ¿Del multiverso? ¿O simplemente del rincón más oscuro del populismo propagandístico?.

Este “notición” no es otra cosa que un insulto a la inteligencia de los ciudadanos. Más que una planta hidroeléctrica, parece que inauguraron una planta de humo. Porque mientras se lanzan cifras infladas con aires de epopeya, la realidad energética del país es muy distinta: apagones frecuentes, subinversión en infraestructura y una clara dependencia de energías fósiles. Y todo esto ocurre mientras se desprecia sistemáticamente la inversión privada en energías limpias y se estrangulan proyectos solares y eólicos bajo el pretexto de “soberanía energética”.

Lo más preocupante no es el error en sí, sino la convicción con la que se repite y la impunidad con la que se disemina. No se trata de una simple metida de pata: es una estrategia de propaganda que confía en que la ciudadanía no va a cuestionar, no va a verificar, no va a pensar. Es el culto a la exageración, al aplauso fácil y al titular rimbombante que no resiste un solo segundo de análisis.

¿Dónde están los asesores técnicos? ¿Dónde están los responsables de comunicación que deberían filtrar semejante disparate? Si no hay nadie corrigiendo, hay dos opciones: o no saben, o no les importa. Y ambas son igualmente peligrosas. Porque cuando un gobierno se permite este nivel de falsedad sin consecuencias, ya no sólo se juega con la credibilidad, se juega con la dignidad del pueblo.

Morena ha demostrado que no le tiembla la mano para manipular cifras, construir narrativas grandilocuentes y usar la infraestructura como vitrina política. Pero este caso es especialmente grotesco. Es la versión energética del “no me vengan con que la ley es la ley”, sólo que ahora convertida en “no me vengan con que las matemáticas son las matemáticas”.

Así que no, no es un “notición”. Es una vergüenza monumental. Y lo más triste es que, en lugar de rectificar, probablemente celebren la “hazaña” con fuegos artificiales, alimentados, por supuesto, con la energía mágica de los 15 mil millones de hogares ficticios.

Pensando más allá de las cifras escandalosas de 15 mil millones de hogares, me pregunto: ¿de qué lugar de la Tierra, planeta o galaxia estarán hablando los morenos? Porque, si esa es la visión que tienen sobre un México que se hunde, seguramente han pensado que los programas sociales tendrán que ser repartidos entre esos 15 mil millones de hogares, o ¿cómo será su próxima estrategia?.

Para el actual Gobierno Federal, entre la realidad y ficción no hay diferencia alguna, al fin y al cabo, el pueblo todo se cree.

Pero, queridos lectores, ¿de verdad somos tan estúpidos, o sólo somos conchudos y baquetones? Porque si nos ponemos a pensar la realidad de lo que está viviendo México en estos momentos, es una “realidad” que pocos o ninguno quiere llegar a entender porque significaría tener que “trabajar, producir, aportar” y eso, por supuesto que pocos quieren hacerlo.

México está sumido en su peor crisis, pero este gobierno morenista, tapa agujeros “con saliva, mentiras, y hasta grandes fantasías” que jamás se llevan a cabo porque son eso, “meras fantasías fabricadas en una “mente resentida y enferma de poder”.

Hoy, México carga con una deuda superior a los 17 billones de pesos, lo que equivale a más de 50 % del Producto Interno Bruto (PIB). Esta cifra debería estar generando alarma nacional, debates serios y medidas urgentes. Sin embargo, el gobierno la maquilla con un cinismo que sólo puede describirse como irresponsable. En lugar de asumir la gravedad del problema, se opta por minimizarlo en el discurso oficial, mientras en los hechos se sigue hipotecando el futuro del país.

Nos dijeron que la “austeridad republicana” sería la fórmula mágica para sanear las finanzas. Que no habría deuda nueva. Que el gasto se haría con prudencia y con “el pueblo” en el centro. Pero los números cuentan otra historia. La deuda no sólo ha crecido en términos absolutos, sino que además lo ha hecho sin un crecimiento económico sostenido que la justifique. Se está endeudando a México sin resultados tangibles en infraestructura, productividad o bienestar generalizado.

El problema no es sólo cuánto debemos, sino en qué se está utilizando esa deuda. Y la respuesta, tristemente, es: en proyectos faraónicos con dudosa rentabilidad, subsidios clientelares de corto plazo y programas sociales manejados con fines claramente electorales.

El Tren Maya, Transístmico, Refinería Dos Bocas, Megafarmacia, Gas Bienestar y AIFA, hoy Frijol del Bienestar, han absorbido miles de millones de pesos, pero ninguno ha mostrado beneficios reales proporcionales a su costo.

Se trata más de símbolos ideológicos que de proyectos estratégicos.

Mientras tanto, sectores vitales como salud, educación, ciencia y seguridad sufren recortes o un estancamiento crónico. ¿Y quién pagará esta deuda? Las futuras generaciones. Estamos comprometiendo décadas de desarrollo por decisiones tomadas con la miopía de un sexenio.

La retórica oficial insiste en que “la deuda es sostenible”. Pero eso es jugar con fuego. La sostenibilidad de una deuda no sólo se mide en relación con el PIB, sino también en función de su composición, su plazo, tasas de interés e impacto social. Con las tasas de interés al alza a nivel mundial, los compromisos financieros de México se volverán más caros. Y si la economía nacional no crece al ritmo esperado -y todo indica que no lo hará- el servicio de la deuda se comerá una porción cada vez más grande del presupuesto público.

Estamos frente a una política fiscal que no resuelve los problemas estructurales del país, sólo los patea para adelante.

Es hora de dejar el autoengaño. México no necesita más discursos triunfalistas, necesita responsabilidad, visión de largo plazo y rendición de cuentas. Porque cargar con 17 billones de pesos no es una anécdota fiscal: es una señal de alarma que el país no puede seguir ignorando.

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