Por Martha Romero
De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), México ocupa el cuarto lugar en América Latina en el consumo de alimentos ultra procesados, además de que datos del Centro Estatal de Vigilancia Epidemiológica indican que alrededor de 676 mil niñas, niños y adolescentes mexiquenses, de cinco a 11 años, padecen sobrepeso.
En este contexto, la legisladora Honoria Arellano Ocampo, integrante de la bancada del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) solicitó que se exhorte a la secretaría de Salud del Gobierno estatal a retirar las máquinas expendedoras de alimentos ultra procesados y bebidas azucaradas de todas las unidades médicas.
Puntualizó que con esta medida se busca fomentar hábitos de alimentación saludables entre el personal de salud, los derechohabientes y sus familias, además de que dependencia realice campañas de concientización dirigidas a promover una alimentación sana y equilibrada.
También, dijo, deberán informar sobre los riesgos y consecuencias del consumo excesivo de alimentos ultra procesados y bebidas azucaradas, por su vínculo con problemas de salud como la obesidad, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y otros padecimientos crónicos.
Arellano Ocampo añadió que la obtención de estos productos se ha simplificado a través de varias plataformas, como las máquinas expendedoras que son reconocidas por su comodidad y modernidad, ya que proporcionan una compra rápida de bebidas y alimentos sin la necesidad de tener una interacción directa con un proveedor.
Indicó que su expansión en oficinas, plazas comerciales, hospitales y unidades médicas, resulta en una preocupación creciente por su efecto en los patrones de alimentación y la salud de las personas, además de que la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el país ocupa el primer lugar en el mundo como consumidor de refresco con una media anual de 163 litros por persona.
Por último, refirió que estos productos suelen ser atractivos y fáciles de ingerir porque se consumen de manera inmediata e incluso son más baratos, sin embargo, no aportan los nutrientes necesarios que requiere cada organismo para su buen funcionamiento, por el contrario, su contenido afecta gravemente la calidad de vida de las personas.