CONTRAPENDIENTE

Simulación judicial: el circo de Morena se quedó sin público

Por Karina Libien

informaciondiarioamanecer@gmail.com

El llamado “ejercicio histórico” de la elección judicial dejó a Morena con un trago amargo: movilizó 4 millones de votos menos que en la consulta de revocación de mandato de López Obrador en 2022.

En aquella ocasión, a pesar de ser una jornada criticada por su naturaleza propagandística, el oficialismo logró superar los 16 millones de votos. Hoy, con todo el aparato gubernamental echado a andar -Servidores de la Nación, sindicatos domesticados, programas sociales repartidos como si fueran boletos de rifa- apenas lograron arañar los 12 millones.

La fiesta democrática terminó en velorio cívico. Y el ataúd lo cargan en Palacio Nacional, donde el desconcierto es evidente.

Ni con la sombra omnipresente del “líder moral” ni con las arengas de “¡es un deber patriótico votar por jueces que ni conoces!” se logró entusiasmar al pueblo sabio.

Los dardos ya vuelan, y el blanco principal se llama Luisa María Alcalde, la presidenta nacional de Morena, acompañada del infalible Andy, heredero no oficial de la Cuarta Transformación. Ambos eran los operadores estrella de esta “elección ciudadana”, pero salieron más quemados que urna olvidada al sol. Ella, con su sonrisita de anuncio institucional, él, con su mirada de “todo está bajo control” mientras la estructura se desploma.

Y la pregunta incómoda no tarda en aparecer: ¿Será que Luisa María no conecta con la gente? ¡Pues claro que no! Tiene el carisma de un trámite en ventanilla y la credibilidad de un “detente”. Su discurso no emociona, no convence y no levanta ni una ceja, mucho menos una participación. Puede decir mil veces que fue un “éxito”, pero 87 % del país decidió hacer otra cosa: lavar ropa, ver el futbol, ir al súper… lo que fuera, menos votar.

Mientras tanto, Andy juega a ser estratega electoral como si bastara con compartir memes en WhatsApp y posar para la foto con liderazgos clientelares. Pero no basta con ser “el hijo de”, ni con querer heredar el trono ideológico de un movimiento que, hoy por hoy, empieza a resentir el desgaste de tanta simulación.

Dentro del partido, los operadores de verdad -los que mueven estructuras sin tanto reflector- ya están molestos. Se quejan de la desconexión total de Luisa María con las bases y del aire de nobleza con el que Andy pasea por la dirigencia. “No entendieron que una elección no se gana con selfies ni con discursos de cartón”, dicen. Y tienen razón.

Pero como en toda buena tragicomedia nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum salió a escena y declaró que México es “el país más democrático del mundo”. A falta de votos, sobra autoelogio. Porque si algo caracteriza a esta Cuarta Transformación es su habilidad para declarar victoria… incluso cuando no fue nadie.

La ironía final: en su intento por democratizar el Poder Judicial, Morena lo volvió más suyo que nunca.

Boletas sin competencia, candidatos desconocidos, urnas solas y “acarreo voluntario” de empleados públicos. La democracia, versión 4T, terminó siendo una obra de teatro sin público.

Pero no se preocupen, dirán que fue un éxito.

Total, la realidad ya no importa si el boletín lo firma el partido. El único problema es que los números no se maquillan tan fácil… y alguien, tarde o temprano, tendrá que pagar los platos rotos. O al menos, fingir que los lava.

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