Por Karina A. Rocha Priego
karina_rocha1968@yahoo.com.mx
Lo que debió ser una fiesta diplomática y patriótica en Nueva York terminó en una tragedia evitable que ha dejado al descubierto, una vez más, la peligrosa mezcla de incompetencia, propaganda y desinterés humano que caracteriza al Gobierno Federal.
El Buque Escuela Cuauhtémoc, emblema flotante de la Armada de México, colisionó el pasado sábado con el puente de Brooklyn, matando a dos jóvenes tripulantes e hiriendo a más de veinte, ante la mirada atónita de cientos de testigos.
El choque no fue una casualidad ni un simple “accidente”, fue el resultado de una cadena de negligencias operativas, decisiones irresponsables y una arrogante confianza en el simbolismo, más que en la seguridad; cadetes encaramados en los mástiles saludaban de espaldas al puente mientras el barco se desplazaba, sin control, en reversa hacia la tragedia.
¿Cómo es posible que nadie en la Marina previera el riesgo de altura y maniobra? ¿Por qué se priorizó el espectáculo sobre la vida?
El mensaje oficial, encabezado por la presidenta Claudia Sheinbaum, fue tan frío como genérico, un simple tuit de “solidaridad”, sin presencia ni explicaciones, demuestra, una vez más, que este gobierno prefiere esconder los errores antes que enfrentarlos, la falta de responsabilidad es tan alarmante como el propio accidente.
Mientras los mariachis tocaban Las golondrinas, el Estado despedía a sus jóvenes servidores no con honores, sino con desdén y silencio.
La presencia del embajador Esteban Moctezuma y de otros diplomáticos en la fiesta a bordo, añade una dosis de cinismo al cuadro, pues quienes debían supervisar y representar la seriedad del país estaban más ocupados en las fotos y los discursos que en garantizar la seguridad de la tripulación.
Este desastre es la metáfora perfecta de un régimen que navega sin rumbo, que se aferra a símbolos huecos mientras abandona a su gente.
El Cuauhtémoc, diseñado para llevar “buena voluntad”, ha acabado estrellado, como el prestigio internacional de México, contra la piedra dura de la incompetencia.
Y lo más doloroso: nadie ha sido cesado, nadie ha pedido perdón, y nadie ha respondido.
Es un hecho que, en este gobierno, hasta la tragedia flota a la deriva.
“El colmo del cinismo: Morena usó el Cuauhtémoc para propaganda electoral”
El Buque Escuela Cuauhtémoc, símbolo de la Marina mexicana y del supuesto profesionalismo naval del país, no sólo terminó protagonizando una tragedia diplomática en Nueva York, sino que también fue utilizado como plataforma política por simpatizantes de Morena.
Poco antes del accidente, la embarcación fue escenario de una lamentable acción propagandística: la promoción de la elección judicial del 1 de junio, impulsada por el partido en el poder.
Mientras cadetes se preparaban para zarpar, algunos pasajeros a bordo, vinculados a Morena, distribuían panfletos, hablaban del “nuevo modelo de justicia” y celebraban el “avance democrático” del partido, en un acto que claramente mezclaba intereses políticos con un evento diplomático.
Aunque el uso del buque para propaganda no está vinculado directamente al accidente, la indignación pública no se hizo esperar.
En redes sociales, ciudadanos cuestionaron el oportunismo y la falta de respeto del oficialismo al convertir una misión naval en un acto proselitista.
El gobierno, una vez más, calló ante la crítica, evidenciando su desprecio por las formas institucionales y el uso indebido de símbolos na-cionales.
El Cuauhtémoc no sólo encalló en el East River, también encalló en la ética de un gobierno sin límites.
“Del Cuauhtémoc a la pérdida de visas: doble moral del gobierno morenista naufraga”
México vive tiempos oscuros; aún no se apagan los ecos de la tragedia diplomática ocurrida con el Buque Escuela Cuauhtémoc, que se estrelló contra el puente de Brooklyn dejando muertos y heridos, cuando otro golpe, aún más escandaloso, amenaza con sacudir al Gobierno Federal y a la cúpula morenista.
Al menos 44 políticos vinculados a Morena, incluyendo legisladores, gobernadores y altos funcionarios del gabinete de Claudia Sheinbaum, están en la mira de las autoridades de Estados Unidos, que les revocarán sus visas por sospechas de nexos con el narcotráfico.
Sí, leyó bien. Mientras predican soberanía, repudian al “imperio” y se llenan la boca con consignas antiyanquis, los mismos morenistas hacen fila para tramitar o renovar sus visas estadounidenses.
¿Por qué? Porque su discurso es una farsa; porque saben que sus familias, sus negocios y sus cuentas están mejor del otro lado del río Bravo; porque no creen en el país que dicen defender.
Y ahora, ante la sospecha de vínculos con el crimen organizado, sus privilegios están siendo puestos bajo la lupa internacional.
En la lista figuran nombres emblemáticos del oficialismo: Adán Augusto, Ricardo Monreal, Manuel Velasco, Martí Batres, Mario Delgado, Manuel Bartlett, Alfonso Durazo, Delfina Gómez, David Monreal, Layda Sansores, entre muchos otros.
Todos ellos, actores clave en la construcción del poder morenista y beneficiarios del aparato político que hoy dirige el país.
¿Dónde está la presidenta Sheinbaum ante este escándalo? Callada, como lo estuvo tras el desastre del Cuauhtémoc; su gobierno ya no es el de la esperanza ni el de la regeneración, es el de la “Omertá” -código del silencio-, la complicidad y la simulación.
Mientras tanto, el pueblo mexicano ve cómo su “transformación histórica” se convierte en una parodia grotesca: por un lado, un Estado incapaz de evitar tragedias internacionales; por otro, una élite política que predica austeridad mientras se codea con el narco y corre a refugiarse en el sistema que tanto critica.
Morena llegó al poder con la promesa de limpiar la casa, hoy, lo que hay es un lodazal y si Estados Unidos decide intervenir, será porque en México ya no hay quien vigile la puerta.
Esta es la “Cuarta Transformación”: un naufragio moral, institucional y político.