Por Karina Rocha
Ante la cerrazón de los que se dicen estudiantes de la Máxima Casa de Estudios del Estado de México, la mañana de ayer, autoridades universitarias se vieron en la necesidad de blindar el Edificio Administrativo de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx).
Una medida drástica, sí, pero necesaria, para preservar el orden, la legalidad y, sobre todo, la continuidad de una institución que representa el esfuerzo académico, laboral y administrativo de más de 16 mil familias mexiquenses. El cerco no es contra los universitarios, sino contra quienes, amparados en banderas supuestamente democráticas, han optado por la ruptura antes que por el diálogo.
Blindaje ante el colapso
La toma de las instalaciones de Rectoría ha afectado la realización de trámites esenciales como la entrega de títulos, cartas de pasante, becas, pagos de nómina y la operación de los Potrobuses. Y aunque el blindaje del Edificio Administrativo ha sido calificado por algunos como una respuesta autoritaria, en realidad es un escudo de contención frente al intento de paralizar totalmente a la UAEMéx. La amenaza de irrumpir en este edificio, pieza clave para el funcionamiento diario de la universidad, habría supuesto el colapso operativo de toda la institución.
Sindicatos, por el respeto y el diálogo
En medio del conflicto, los sindicatos universitarios han mostrado madurez política al pronunciarse por la instalación de mesas de diálogo. Han pedido, con sensatez, que se preserve el respeto mutuo y que no se vulneren los derechos laborales y académicos de la comunidad universitaria. No se trata sólo de salarios o becas, sino de la estabilidad institucional.
La carta de Humanidades: ruptura interna
En este contexto, ha sido reveladora la carta emitida por el colectivo de la Facultad de Humanidades. En ella, rechazan de manera contundente el apoyo a las cinco aspirantes que impulsan el paro, dejando al descubierto que lo que se presenta como una protesta generalizada, es en realidad una agenda particular, orquestada por quienes no lograron ser registrados como aspirantes legítimos: Alberto Saladino y Ramón Gutiérrez.
Ambos, desde hace meses, han tejido una estrategia basada en el desgaste institucional, utilizando a liderazgos carismáticos de distintas facultades para sumar apoyo a un movimiento cuyo propósito nunca fue el consenso, sino la desestabilización.
Rostros de la agenda oculta
El conflicto se desnuda como una lucha intestina entre grupos políticos identificados con Morena. Saladino, frustrado por no haber logrado la candidatura al ayuntamiento de Toluca en 2021, hoy canaliza su inconformidad hacia la universidad.
En su discurso, no hay espacio para el reconocimiento del rectorado de Carlos Eduardo Barrera Díaz, ni tampoco para interlocutoras como Zarza, Zagal, Bernáldez, Benhumea, Durán o Fierro Moreno.
Esta actitud no es casual: es una estrategia calculada para reventar el proceso universitario desde adentro, utilizando como pretexto demandas académicas legítimas, pero instrumentalizadas por intereses políticos personales.
Una lucha ajena a la universidad
En el fondo, la toma de Rectoría no responde al interés del estudiantado, ni del personal académico o administrativo. Es una pugna por el poder universitario, como botín para proyectar ambiciones políticas futuras. Esta actitud oportunista -sin reconocimiento institucional, sin propuestas claras, sin respeto al debido proceso- atenta no sólo contra el presente de la UAEMéx, sino contra su futuro.
La política universitaria no puede convertirse en extensión de las rencillas de partido. La universidad merece ser gobernada por ideas, no por vendettas personales.
Carta de la FAPAUAEM: contundencia sindical
La postura de la FAPAUAEM ha sido contundente. En su carta, firmada por cientos de afiliados, el sindicato subraya el compromiso con la legalidad, la continuidad de actividades y el rechazo a toda acción que ponga en riesgo la integridad institucional. Lejos de respaldar a quienes mantienen el paro, reafirman su confianza en el diálogo legítimo y en las vías institucionales para resolver los desacuerdos.
El documento resalta que cualquier inconformidad debe ser procesada conforme a los mecanismos internos que la propia universidad ha establecido. Nada justifica el uso de la fuerza o de la coacción para imponer una agenda que no representa a la mayoría.
¿Universidad o trinchera política?
El dilema es claro: la UAEMéx puede ser un bastión del conocimiento, la investigación y el servicio social, o puede ser usada como trinchera por intereses personales disfrazados de causas colectivas. El tiempo de las definiciones ha llegado. La comunidad universitaria, incluidos sus sindicatos, debe cerrar filas en torno a la legalidad y al respeto institucional.
Porque si algo ha demostrado esta crisis, es que detrás de cada bandera de supuesta justicia, puede esconderse la ambición de unos pocos, y la UAEMéx no puede ser rehén de agendas externas ni de frustraciones políticas.